SOBRE MÍ

Magíster en Nuevas Tecnologías Aplicadas a la Traducción

Especialista Docente de Nivel Superior en Educación y TIC

Traductora Pública de Inglés

Profesora de Inglés

Alina V. Stiefel
Alina V. Stiefel

Si se encuentra en este lugar es porque seguramente quiere saber más sobre mí: los estudios que he cursado, mis competencias o experiencias laborales, mis acreditaciones y certificados. Todo ello lo puede ver en mi curriculum vitae en línea, simplemente haciendo clic aquí. Pero si le apetece conocerme un poco más allá de mi faceta laboral, le invito a leer las siguientes líneas.S

Más que una profesión

Definirse solamente en relación con la propia actividad profesional es una mezquindad hacia nuestra persona, porque en realidad somos mucho más que nuestro trabajo: somos la sumatoria de quienes somos también como hijos, hermanos, padres, amigos, pareja, ciudadanos, humanos. Nos definen nuestras relaciones, nuestros valores, nuestros conocimientos y nuestras acciones.

Vengo de una familia unida, con nuestras similitudes y diferencias, encuentros y desencuentros, aciertos y desaciertos, defectos y virtudes, pero unida al fin. Tengo una relación muy bella con mis padres, mi hermana y mis dos hermanos, basada (desde mi vivencia personal) en la libertad, la responsabilidad y el respeto.

Existe muy poca diferencia de edad entre mis hermanos y yo, así que nos hemos criado prácticamente como amigos y, a la vez, compartiendo amigos. Nuestra casa siempre ha sido muy ruidosa. De pequeños siempre había alguna visita, un amigo que se quedaba a dormir, un vecino que golpeaba la puerta para venir a jugar, algún compañerito que restaba a tomar la leche luego de terminar de hacer la tarea de la escuela.

Si bien mis padres eran empleados con sueldos humildes y teníamos poco dinero, nunca nos faltó un plato de comida y, dado que «donde comen dos, comen tres», jamás se negó un plato extra en la mesa para un comensal inesperado. La amistad y la solidaridad han ido siempre de la mano en nuestra vida cotidiana. Los valores que mis padres trasmitieron a través de sus acciones y palabras siguen vigentes en nuestra familia, ahora multiplicada con la llegada de nietos y bisnietos.

En casa siempre hubo libros y herramientas para el ocio, el estudio y el trabajo. Libros y herramientas actuaron en combinación a lo largo de nuestra vida: ¿Rompiste algo y tienes que arreglarlo? Lee cómo se hace. ¿Quieres aprender cómo construir un juego? Lee. ¿Estás aburrido? Lee. ¿No sabes cómo se escribe una palabra? Agarra el «mataburro» (denominación oficial del diccionario en mi familia). Mis padres fomentaron el trabajo responsable y con excelencia, porque «el haragán tiene doble trabajo»; incentivaron en nosotros la curiosidad, la proactividad, el cuidado, el aprendizaje autónomo y la resolución de problemas. Y cuando estas cualidades nacen y crecen en el seno familiar, trasladarlas a todos los otros ámbitos de nuestra vida no solamente es natural, sino hasta inevitable.

«Es que yo nunca hice primer grado»

De mis tres hermanos, dos de ellos son más grandes que yo. Cuando empezaron la escuela primaria, esperaba con ansias su regreso para ver qué cosas nuevas habían aprendido. Era muy curiosa (aún lo soy) y muchas veces acompañaba a mi hermano mayor a sus clases particulares y aprendía con él.

Así que cuando comencé primer grado, ya sabía leer, escribir, sumar y restar. En definitiva, era un dolor de cabeza para la pobre maestra que no sabía qué hacer para entretenerme y mantenerme quieta y en silencio. Pero esta situación duró pocos días: la «seño» habló con la directora y vinieron unos inspectores escolares a evaluar mis conocimientos. Resultado: promovida a segundo grado.

Ya en un grado superior, me sentí desafiada; había nuevas cosas por aprender. Era un poco más lenta que el resto a la hora de leer y cometía muchas faltas ortográficas cuando escribía. Mi madre, para ayudarnos a mi hermano y a mí a superar nuestras dificultades con la escritura, nos hacía dictado luego de clases. Si cometía muchos errores, me frustraba y llorando me excusaba diciendo «¡Es que yo nunca hice primer grado!» (broma que perdura hasta el día de hoy cuando cometo un error). Pero gracias a la paciencia y dedicación de mi madre, de a poco fui desarrollando las habilidades de escritura necesarias para avanzar en mi aprendizaje, ¡y amé los resultados!

De la frustración a la pasión

La frustración que sentía cuando veía mis errores me impulsó a querer mejorar. Y como es mejor vivir con objetivos que con frustraciones, me puse como desafío personal escribir cada vez mejor. No fue una meta consciente, pero estaba allí (y aún está): ese deseo de mejora constante, de seguir aprendiendo, de conocer con mayor profundidad nuestra hermosa lengua castellana y perfeccionarme en ella.

Hoy, luego de dos carreras universitarias lingüísticas (Profesorado de Inglés y Traductorado de Inglés), un Máster en Nuevas Tecnologías Aplicadas a la Traducción, varios talleres y cursos sobre edición y corrección de textos, el estudio autónomo y el trabajo cotidiano con mis clientes, el amor y la pasión por la buena escritura se intensifican diariamente. La escritura es arte y, como todo arte, ha de llevarse a cabo con reflexión, siguiendo un sistema de reglas para ejecutar bien una obra. Encuentro un enorme placer en pulir un escrito y hacer de él su mejor versión. Mi meta es siempre la excelencia.